En el Perú 10 niñas son violadas a diario, informa la Policía Nacional del Perú (PNP). El 76% de víctimas de violación sexual son menores de edad, según el Ministerio Público. A nivel nacional la muerte materna en la adolescencia viene en aumento. Solo hasta agosto de 2017, el 14.9% de fallecidas eran niñas y adolescentes entre 10 y 19 años. El Seguro Integral de Salud (SIS) reporta anualmente 2 mil partos atendidos en niñas entre 11 y 14 años. Solo en el 2017, 1700 menores de edad dieron a luz, revela el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (RENIEC).  

De cada 10 adolescentes embarazadas, 8 abandonan la escuela tras ser madres, según el Ministerio de Educación (MINEDU). Es evidente que, en la mayoría de los casos, el embarazo no es deseado y además producto de una violación sexual. Y aún hay más cifras que revelan que el 80% de violaciones sexuales en nuestro país fue ocasionado por algún miembro del entorno nuclear o familiar, data la PNP.

¿Cuántas niñas no se atreven a denunciar que a diario hay un familiar las busca para dejar a flote sus instintos y someterla a las vejaciones cuando nadie los ve? La psiquiatra Martha Rondón refiere en un estudio titulado “Impacto del embarazo luego de una violación” realizado con PROMSEX, que más del 30% de mujeres violadas “presentan una condición mental crónica”, es decir de por vida. ¿Se imagina cuál sería el impacto en la salud mental de las niñas lo que es afrontar una maternidad forzada tras una violación sexual? Muchas se suicidan en el camino.

La falta de comunicación y empatía entre padres y madres hacia los hijos o hijas podría ocasionar este tipo de problemas sociales como lo es forjar violadores. La falta de empatía también causa violencia y hasta estructural o sistémica como lo resulta el sistema patriarcal al que tenemos que sobrevivir por no crecer en base a la igualdad. La educación con respeto desde la infancia disminuye los índices de violencia en la sociedad, dentro de ella, la “violencia de género” y la discriminación, refiere el psiquiatra Carlos Bromley.

Las violaciones sexuales son el penúltimo eslabón de la cadena del machismo, pues el último es el feminicidio. Antes de la violación está la violencia sexual, si retrocedemos un poquito más, está la violencia psicológica o la coacción a las niñas para poder perpetrarlas. Esta cadena se ha solidificado a lo largo de nuestra existencia, mientras prevalecía la fuerza. Hoy, todo tipo de violencia y este tipo de torturas son delitos.

Es por lo que, ante la falta de propuestas del Estado respecto a la salud e integridad de las niñas, es urgente actuar. La vida de la niña se debe priorizar tras una violación sexual con el kit de emergencia que debe ser solicitado en los hospitales a nivel nacional. Si es que esto no funciona, existe la posibilidad del aborto terapéutico o conocido también como la interrupción legal del embarazo. Pues las niñas no deben ser madres.

Si el 80 % de violaciones se suscitan en casa, ¿esto es normal? Muchos se encresparon cuando salió el # en redes “Perú, país de violadores”. De acuerdo, no todos lo son. Pero, a todos los que se encresparon les pregunto: ¿Es normal que los parientes violen a sus familiares y nadie, ni el Estado haga algo? ¿Es normal la pedofilia?

Normal es que las personas se empiecen a cuestionar. Normal es que hombres, mujeres y personas LGTBI reconozcan que todo tipo de violencia, discriminación y que las niñas no sean forzadas a tener el hijo de su violador. Todo esto es como un cáncer ramificado y difícil de extirpar.

Los estereotipos refuerzan las indiferencias, la discriminación entre los hombres hacia las mujeres y también contra las personas LGBTI, fortalece la personalidad de los violadores. Si no quiere criar a un violador en casa, enséñele a su hijo que a las mujeres se le respetan y si se les respeta, ni a usted la tienen por qué maltratar ni con la mirada. Recuerde que la violencia simbólica también existe. Ojo.

Todo tipo de violencia termina dañando a unos u a otros. Al que la ejerce y al que la recibe. Hoy, las niñas y adolescentes ya se dieron cuenta de que no es normal gestar el hijo de un familiar ni de un tipo que les lleve más de 20 años de diferencia de edad. Como antiguamente se hacía y hasta se justificaban las violaciones sexuales con matrimonios.

Hoy, las niñas saben que pueden denunciar a alguna amiga o pariente de confianza que ellas vean que pueda ayudarlas y salir de ese círculo de la violencia que no hace más que robarles las vidas, negarles un futuro hermoso, aprendiendo, estudiando, viajando o haciendo de sus hobbies su trabajo y disfrutando de algo más que la maternidad o la cocina.

Hoy, 8 de marzo, todas paramos. Es un día para reivindicarse, para aceptar que solas podemos, y que realmente, no lo estamos. Que cuando tocan a una tocan a todas y no permitiremos ni una menos. ¡Todas por justicia!





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