El amor en los medios: decisiones periodísticas para una narrativa por la paz
Una pregunta que nadie sabe responder, pero todos creen haber entendido sin preguntarse si el amor empieza por el autocuidado.
Mensajes de urgente necesidad de posicionamiento para la protección de la salud mental de niñas, niños y adolescentes.
Nos vendieron el amor como un paréntesis, un par de ojos al otro lado del vagón, la espera interminable de un teléfono que no suena. En las ficciones, amar es entregarse hasta la asfixia o volverse mártir, porque ¿qué otra cosa nos queda si no la épica del dolor? Nos dijeron que el amor se demuestra con gritos, con noches de insomnio, con la certeza de que si no duele, no es amor.
Los medios, esos arquitectos de la obsesión, han diseñado las historias de amor como espejismos, reflejos de una pasión que siempre está al borde del colapso. Un amor como manual de instrucciones: la mujer espera, el hombre toma la decisión, la pasión arde hasta que quema. Pero, ¿qué pasa si desmantelamos este guion? Si arrancamos las páginas y escribimos sobre un amor que no se ahoga en su propio eco.
Desde el periodismo, hay una urgencia: desmontar los estereotipos que repiten una y otra vez la misma farsa. Desenmascarar los relatos donde los celos son prueba de amor, donde el sacrificio es una medalla, donde amar es, al final del día, un acto de sumisión. ¿No es hora de preguntarnos qué tipo de amor estamos narrando?
Escribir sobre el amor sin ese corsé asfixiante significa darle espacio a otras posibilidades, a historias que no sean un eco gastado de los mismos rostros y los mismos finales. Significa incluir voces que nunca han tenido cabida, amores que no encajan en la postal gastada de la pareja perfecta, afectos que no necesitan de la aprobación de una audiencia hambrienta de drama si no, de calma y ternura. De un aprendizaje del reconocimiento y verbalización de las emociones, como un lenguaje que represente el valor del respeto.
Pero más allá de la diversidad, hay un imperativo mayor: contar el amor desde la salud mental, desde la autonomía, desde el respeto mutuo. Dejar de glorificar la angustia y comenzar a narrar la ternura sin que parezca un acto subversivo. Los medios han sido maestros en convertir la posesión en romance, la manipulación en gesto romántico. Urge revertir ese guion, reescribir las escenas, desatar el nudo y cortar las cadenas imaginarias.
Escribir el amor desde otro lugar, lejos del grito y más cerca del murmullo, del roce sutil que no necesita ser tragedia para ser real. Contarlo desde la piel y no desde la herida. Y sobre todo, permitirnos imaginar un amor que no duela, que no encadene, que no exija la desaparición del otro para completarse. Tal vez ahí, en esa narrativa pendiente, es donde empieza la verdadera evolución de nuestra sociedad, a favor de las nuevas generaciones, las presentes y las que ya se van de este mundo.
Gracias al Observatorio de medios, Calandria y a CONCORTV por la invitación en vivo del miércoles 26 de febrero al mediodía sobre "Conversaciones sobre el amor, el enamoramiento y el rol de los medios de comunicación". Por abrir este espacio donde el amor no es un eslogan ni una promesa publicitaria, sino un cuerpo vivo que se retuerce entre lo que sentimos y lo que nos enseñaron a sentir.